ADO-Arena CDMX

Ado: Misticismo y estruendo en la Arena CDMX

La Arena CDMX se iluminó con un rojo carmesí que bañó cada rincón como una llamarada suspendida en el aire. El murmullo del público se mezclaba con un zumbido de expectativa, pero lo más anormal no fue el color ni el sonido: fue la ausencia de pantallas. Ningún celular interrumpía la penumbra, en su lugar, un mar de lightsticks agitándose al ritmo de la espera, como sucede en muchos conciertos de artistas asiáticos, pero aquí convertidos en la única constelación visible…

El primer destello reveló a Ado, encerrada en una especie de jaula cuyas paredes escondían una pantalla. Esta se iluminó de un azul vibrante brevemente al inicio, para después mostrar la silueta de la artista, siempre envuelta en ese misterio tan característico. Desde ahí, su voz se desplegó como un hilo que podía ir de la calma más pura al caos más feroz, sin perder en ningún momento precisión ni fuerza.

El repertorio incluyó temas que el público coreó de principio a fin, un cover estremecedor de Chandelier” de Sia y un momento especialmente emotivo en el que dos culturas, alejadas por miles de kilómetros, se volvieron una misma: un fragmento de La Llorona”, interpretado con respeto y admiración. Ese instante completó una conexión genuina con quienes llenaban el recinto.

El escenario tenía un diseño simple pero impactante: con fuego detrás, pero presente en la piel de cada espectador, una pantalla enorme con proyecciones abstractas pero que lejos de distraer, resaltaban la enigmática figura de Ado. Sin mostrar el rostro, lograba transmitir cercanía y llenaba el espacio con presencia y voz.

Entre canción y canción, el silencio era parte del espectáculo. No había prisa: las pausas se sentían como respiros necesarios antes de sumergirse de nueva cuenta en un mar de sonido y luz.

Cuando las luces se apagaron por completo, la sensación colectiva no fue de vacío, sino de plenitud. La promesa de un regreso no generó ansias, sino una espera cautelosa por volver a aquel momento. Aquella noche, Ado no solo ofreció un concierto: abrió las puertas a su mundo, y por un instante, todos fueron parte de él.

Por: Axel Velazquez

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