Te estoy hablando a ti, Paquita…

Te estoy hablando a ti, Paquita…

Recuerdo muy bien el momento exacto en que escuché por primera vez a Paquita la del Barrio. No venía precisamente de alguna ruptura amorosa, pero sí traía atravesados a varios feos que habían hecho de las suyas conmigo apenas entrado el nuevo milenio.

Sí, hace 25 años. Iba en el camión rumbo a la escuela, a las 6:30 de la mañana, cuando el chofer con su torta de tamal en una mano y el volante en la otra, se reía de la letra un nuevo sencillo que estaban presentando en “La KeBuena”: “Rata de dos patas”.

Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio malhecho“. Claro que aparecían por mi mente varios rostros. “Infrahumano, espectro del infierno, maldita sabandija… ¡Cuánto daño me has hecho!“… Anda pues. Seguí escuchando la letra de la canción interpretada por Paquita la del Barrio, que para esos años, ya llevaba una amplia trayectoria recorrida, sin embargo, no me había detenido a escucharla.

Se me quedó grabada en la mente y al llegar de la escuela, les conté a mis papás sobre lo que había escuchado. “Rata de dos patas”, se llama. Al siguiente fin de semana, ya tenía en la casetera reproduciendo todo el “Taco placero”, un disco que, considero, fue uno de los que provocó que Paquita la del Barrio se convirtiera en una figura de la cultura pop en México.

El resguardo del sufrimiento

Paquita venía de una familia disfuncional y el sufrimiento que cargaba lo resguardaba de una manera celosa, pero era claro que el impacto cultural que tuvieron sus vivencias reflejadas a través de su música, provocaron que también hiciera catarsis a través de su arte.

Paquita era del barrio, vivía de una manera absoluta sus canciones; se crecía en el escenario al interpretar su biografía dolorosa a través de un repertorio que de a poco se iba radicalizando y se celebraba que ante el discurso machista, trascendiera con letras en contra de los hombres, con melodías que trascendieron el barrio, que permearon, incluso, en todos los estratos sociales.

Una carrera de más de 50 años, con presentaciones en escenarios emblemáticos, Paquita la del Barrio tuvo siempre un perfil humilde, lo que hacía que semióticamente, esa mujer que se plantaba en el escenario antes tímida, ahora se crecía para cantar con dolor todo lo que había vivido desde pequeña, en Veracruz, su lugar natal.

¿Me estás oyendo, inútil?

Francisca Viveros Barradas nació en Alto Lucero, Veracruz. hija de madre soltera, Paquita fue criada por su tía Lucía. Su primer amor, Miguel Gerardo, un tesorero del registro civil del municipio en el que Paquita trabajó por primera vez, fue el primero que le rompió el corazón cuando ella apenas tenía 16 años. El hombre casado, de 44 años —en un claro ejemplo de todo lo que está mal— tuvo dos hijos con la cantante: Iván Miguel (a los 18 años) y Javier (casi al cumplir los 20).

Tras separarse, Paquita la del Barrio llega a la Ciudad de México en 1970 y consigue trabajo en un restaurante llamado La Fogata Norteña, precisamente cantando. Alfonso Martínez, jefe del restaurante La Rivera, convivía mucho con el jefe de Paquita, así que se conocieron y se enamoraron, según lo que en muchas ocasiones narró la intérprete.

Luego de comenzar una relación, vivir juntos, casarse y tener hijos, Paquita comenzó a trascender en la música y al lanzar su primer álbum de estudio, abrió su propio negocio de comida. El amor se terminaba entre ella y su pareja y luego de serle infiel en varias ocasiones, todo se desgastó.

En 1992, luego de interpretar “Cheque en blanco“, su esposo no había llegado a la presentación. En entrevistas relató: “Se fue desde el viernes… sábado, y el domingo llegó. Entonces iba entrando al salón y estaba cantando, lo veo y me tocaba la música del estribillo y fue lo que se me ocurrió: ‘¡¿Me estás oyendo, inútil?!’, la gente comenzó a reírse y se vieron los unos a los otros, y ya se me quedó”, contó.

Hasta siempre, Paquita

“Tres veces te engañé”; “Rata de dos patas”; “Juro que nunca volveré” y más, fueron canciones que trascendieron y que, en realidad, Paquita interpretaba a Alfonso Martínez, un “inútil” que tuvo millones de rostros distintos al ser coreados por el público de la veracruzana en sus presentaciones alrededor del mundo.

Después de eso, Paquita no se volvió a enamorar. Y creo, desde un punto de vista muy personal, que ahí nació la leyenda que enarboló también, desde una trinchera muy particular, una lucha contra un machismo bastante arraigado en la cultura mexicana independientemente de que al llorar, nos hacía recordar también la abnegación de la mujer ante el engaño del hombre.

Hoy Paquita la del Barrio nos dijo “adiós” y no sabemos si en lo siguiente, habrá alguien que como ella, nos haga gritar con tanto sentimiento “¡¿Me estás oyendo, inútil?!”

Descanse en paz.

📝Laura Almaraz

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